COBAYAS HUMANOS
Cobayas humanos. Julio del 2010 |
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Antonio Ortí y Marc Arias, Magazine, LA VANGUARDIA, 4 de julio de 2010. |
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Son jóvenes, en su mayoría, que cobran entre 400 y 1.600 euros por probar nuevos medicamentos. Los hay que toman psicofármacos, que testan colirios, o que acceden a que se supervise cuántas erecciones nocturnas tienen. La salud de la industria farmacéutica y la curación de miles de enfermos dependen de ellos.Silvia llega arrastrando una maleta verde. A primera vista, podría pasar por una estudiante que se marcha de vacaciones: pantalones vaqueros, auriculares y aire ausente. Pero es una impresión engañosa: el viaje lo hará, pero para financiárselo tendrá que hacer escala en un hospital de Barcelona. “Hola”, saluda sonriente. Tras presentarse, una enfermera de enseña la que será su casa: una pequeña cocina, un salón espacioso y, ya más al fondo, las literas, mucho más cómodas que las antiguas camillas de exploración que obligaban a los cobayas a dormir casi rígidos para no caerse al suelo.En el salón, varias personas navegan por internet aprovechando que hay wi-fi. Algunos se conocen de otros experiumentos e intercambian bromas: “¡Te acuerdas del susto que me pegué al despertarme y verte con la cabeza llena de cables!”. Jeny, una peruana de 40 años, se refiere a un estiudio sobre el insomnio donde a los voluntarios les colocaron unos sensores en la cabeza, en el corazón y en las manos para monitorizar qué les sucedía mientras estaban dormidos.Karina Pizzolito, una argentina de 38 años, cuenta otra anécdota. Unavez tuvo que participar en una investigación muy bien pagada donde tres grupos de seis personas tenían que experimentar con un relajante parecido al Valium. Al primer grupo se le sumibistró un placebo (ni ellos ni los médicos lo sabían); al segundo, el fármaco en cuestión, y al tercer grupo, una combinación del medicamento y de un antialérgico. “Había gente que se dormía de pie, otros que tenían somnolencia y otros que no notaban nada y se reían”, recuerda un estudio que la terminología médica nombra como de doble ciego (nadie sabe qué administra o toma), en el que el promotor que lo financia, normalmente un laboratorio, intenta no influir en la psicología de médicos y pacientes para que el resultado sea más fidedigno.Los jóvenes que charlan distendidamente en la segunda planta del pabellón 18 del hospital de Sant Pau de Barcelona son una pieza clave en la investigación farmacéutica. En España hay 19 unidades clínicas de este tipo, donde alrededor de 3.600 jóvenes experimentan con medicamentos que todavía no han salido al mercado y que deben ensayarse obligatoriamente con seres humanos antes de ser aprobados.Los hay que prestan sus venas a la ciencia –en Madrid algunos cobayas llaman a las extracciones de sangre chupitos-; que comprueban la eficacia de todo tipo de pastillas, o que participan en estudios para averiguar a partir de qué momento la dosis de un fármaco produce efectos indeseables.Como explica Antonio Portolés, jefe de sección del servicio de Farmacología Clínica del Hospital Universitario San Carlos de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Farmacología Clínica, “cualquier medicamento, por el mero hecho de serlo, debe recorrer el mismo camino hasta demostrar su eficacia y seguridad”. Es decir, un simple jarabe para la tos o un colirio están en el mostrador de la farmacia porque alguien los ha probado antes.El elenco de posibilidades es de lo más variado y abarca desde psicofármacos hasta píldoras somníferas, pasando por antibióticos contra el ántrax. Un estudio realizado en Escocia consistía en pasar todo un día en un bosque infestado de bichos para comprobar la eficacia de un nuevo repelente de insectos.Hasta hace cinco años, los aspirantes a cobayas solían ser estudiantes universitarios de Medicina y Enfermería. Ahora, en cambio, hay otro gran grupo formado por inmigrantes, básicamente latinoamericanos y de países del Este, a los que se les suman españoles que han perdido su trabajo.Barry Lynam pertenece a la vieja guardia: su facultad queda dentro del recinto que ocupa el hospital, por lo que de vez en cuando se deja caer por el comedor de los médicos, donde el menú sale por 2,85 euros, en lugar de los cinco euros que les cuesta a los estudiantes. Además, el comedor queda al lado del pabellón 18, donde se cuelgan los estudios que van a tener lugar y sus condiciones.Este inglés de Liverpool de 25 años ya ha participado en nueve investigaciones en las que ha tenido que probar fármacos antiepilépticos, hipotensores o antiinflamatorios. Una vez le echaron gotas en la oreja para comprobar si daban resultado contra los hongos. En otra ocasión, participó en una investigación sobre erecciones nocturnas donde le pusieron dos anillas, una en la parte superior del pene y otra más abajo, conectadas a un aparato con forma de walkman que se contraía a ritmo dispar y que comprobaba las fluctuaciones de su corazón y de su cerebro.“Dos de nosotros rompimos la máquina y tuvimos que llamar a Maribel”, cuenta Barry, al que sólo le falta sacarse el MIR para convertirse en cirujano. Maribel es la enfermera de turno de noche y lleva 17 horas sin dormir, lo que no impide que saque de dudas: lo normal es tener cuatro erecciones nocturnas, una por cada fase REM de sueño profundo, explica. En cuanto a David, el enfermero que acaba de entrar en la habitación “podría tirar perfectamente con arco, ya que pincha que ni te enteras, y eso que las vías que coloca son pelín más gruesas que una aguja convencional”, explica Barry. Todos están avezados a la rutina médica.Al frente del equipo se encuentra Manuel Barbanoj, profesor del departamento de Farmacología y Terapéutica de la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Centro de Investigación de Medicamentos (CIM) del hospital Sant Pau, el más antiguo de España. Su especialidad es comprobar cómo actúan los psicofármacos en el cerebro. Su escritorio transmite la sensación de que es un hombre completamente volcado en su trabajo, tanto que no tiene “tiempo material” –se excusa- de ordenar la cordillera de carpetas que se apilan sobre su mesa hasta casi dejarle sin espacio. Viéndolo en medio de ese caos, es fácil deducir que sólo una mente privilegiada ouede coordinar las montañas de información que genera un ensayo farmacéutico.De entrada, Barbanoj quiere dejar algo claro: la palabra cobaya le disgusta enormemente “ya que tiene una connotación que recuerda al Profesor Bacterio”, dice. “En cualquier momento de la investigación clínica priman la seguridad y el bienestar del participante. Cuando el riesgo es superior al beneficio, el experimento se interrumpe o directamente no se hace”, añasde.Con todo, a los participantes (así hay que llamarles, aconseja) se les hace un seguro de vida que cubre las posibles contingencias que les puedan ocurrir durante los dos años siguientes. “Pero insisto – interviene de nuevo Barbanoj-, el riesgo no puede ser superior al de la vida diaria y viene a ser similar a morir atropellado”. De entre los miles de ensayos de fármacos que se hacen en todo el mundo, en algunos casos, los participantes sí que han sufrido efectos adversos o secundarios graves.De velar por la seguridad de los participantes en los más de 600 estudios que se realizaron en el 2009 en Erspaña se encarga la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps). Para que un hiumano pruebe un medicamento antes de que salga al mercado, un laboratorio ha de sugerir a una unidad médica especializada la posibilidad de testar una molécula. A partit de ahí, uno de los 142 comités éticos existentes en España ha de dar su consentimiento, previamente a que lo autorice la Aemps. “Esto conlleva –señala un portavoz de la citada agencia- que se evalúe la pertinencia del ensayo, que se valore la enfermedad que se investiga, la información disponible sobre el medicamento y el diseño del ensayo”.Con todo ello se redacta la hoja de consentimiento informado, el documento que firma cualquier voluntario en el que se le informa “de forma correcta, completa y entendible tanto sobre los riesgos como sobre las incomodidades que su participación puede entrañar así como que puede dejar de participar en él en cualquier momento sin ningún tipo de explicación”, añade el citado portavoz. Los voluntarios de Madrid, Pamplona, Valencia y Por participar en el experimento, permitir que se les Dado que cualquier actividad que implica ganar El caso de Jeny es emblemático. Esta mujer que en “Recuerdo que me dieron una especie de PDA para Le salió bien: consiguió curarse. Para ello, estuvo Pero lo normal es convertirse en voluntario gracias a “La sociedad no acaba de comprender que lo que Para algunos voluntarios, probar un medicamento no Al igual que otros voluntarios, que donan sangre, A su lado está Pedro Sigaud escuchando hip hop. Como es su primera vez, no pierde detalle de lo que Por lo que respecta a Jordi Crosas, tiene 18 años, Al frente de la investigación en la que participan se También explica otra curiosidad: “Cada tipo de Por lo que cuentan, muchos de estos cobayas |
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OTRO TIPO DE COBAYAS
http://www.20minutos.es/noticia/516394/0/experimentos/militares/escandalos/
- Inoculación de plutonio para conocer los efectos en humanos, píldoras anti-sueño, soldados totales inmunes a las amenazas…
- Los departamentos militares, como el DARPA estadounidense, han gastado miles de millones de euros en proyectos costosos y arriesgados.
La inteligencia militar, que para algunos es un oxímoron y para otros un pleonasmo, ha desarrollado, a lo largo del siglo que ha supuesto su perfeccionamiento más sutil (y siniestro), experimentos bizarros, útiles, inútiles, arriesgados, sofisticados, inmorales o costosos.
La revista científica LiveScience ha reunido en un decálogo los ensayos militares que por algún motivo (financiación secreta, riesgo para la salud, amenaza geopolítica) han suscitado controversia o rechazo.
Visión nocturna
El ejército de EE UU quiso desarrollar un sistema de visión nocturna durante la Segunda Guerra Mundial para proporcionar a sus tropas una ventaja significativa, sobre todo en el Pacífico.
Los aportes extra de la vitamina A fueron obtenidos del hígado de las luciopercas e inyectados en sujetos voluntarios en el experimento
Sin embargo, la longitud de onda de los rayos infrarrojos está más allá de la sensibilidad ocular de los humanos. Los científicos sabían ya entonces que la vitamina A contenía una molécula especialmente sensible a la luz, y se preguntaban si una forma alternativa de esta vitamina podría proporcionar diferente sensibilidad lumínica a los ojos.
Los aportes extra de la vitamina A fueron obtenidos del hígado de las luciopercas, y la visión de los voluntarios que se prestaron a ser las cobayas humanas del experimento empezó a mutar, siendo cada vez más sensible a la luz infrarroja. Pero este prometedor avance fue abandonado tan pronto como los científicos desarrollaron instrumentos electrónicos para realizar la misma tarea.
Plutonio en humanos
En pleno sprint de la carrera para obtener la bomba atómica, los científicos adscritos al departamento de defensa de EE UU quisieron saber cuáles eran los verdaderos efectos del plutonio sobre las personas. La primea prueba en humanos se realizo en 1945, cuando a una víctima de un accidente de coche le fue inyectada una dosis de plutonio. Esta fue la primera cobaya radiactiva de las alrededor de 400 que la revista cita.
Cohete humano
Antes de que el ser humano fuera capaz de dominar la tecnología necesaria para orbitar alrededor de la Tierra, los experimentos con cohetes espaciales eran mucho más rudimentarios.
Científicos de la NASA desarrollaron –y a menudo probaron con fatales resultados-, una especie trineo capaz de viajar a altísimas velocidades antes de frenar en seco. Algunos de los militares que se sometieron a este estado límite sufrieron las consecuencias en forma de contusiones, fracturas de costillas y muñecas, etc.
Pacifistas cobayas
Durante la Guerra Fría, alrededor de 2.300 jóvenes pertenecientes a la secta de Los Adventistas del Séptimo Día se negaron a luchar usando armas químicas y bacteriológicas. Muchos de ellos, se presentaron en cambio voluntarios para servir de guinea pigs (cobayas) testando vacunas contra las armas biológicas. Tiempo después estos voluntarios recordaban cómo tras ser inoculados sufrieron fiebre, temblores y diversas enfermedades.
Guerreros 24/7
La denominación Guerreros 24/7 quiere decir guerrero a tiempo total, día y noche, 24 horas, 7 días a la semana. El sueño es un impedimento biológico para luchar en un largo combate. Algunas unidades militares tratan de reducir sus efectos con píldoras estimulantes cada vez más eficaces, algunas de ellas capaces de mantener a un soldado despierto y activo durante 40 horas sin, presuntamente, efectos negativos.
Y la DARPA, agencia estadounidense para proyectos de investigación de defensa avanzados, está desarrollando experimentos de estimulación magnética craneal para obtener resultados similares.
Ayuda de la parapsicología
Los parapsicólogos no tienen, y con razón, mucha credibilidad entre la comunidad científica (a la que no pertenecen). Pero esto no ha sido óbice para que el Pentágono haya gastado 20 millones de dólares probando presuntos poderes extrasensoriales (ESP) entre 1972 y 1996. Los experimentos, bajo diferentes denominaciones a lo largo de los años, fracasaron. En 2002 la CIA desclasificó los documentos relativos a ellos.
Soldados totales
Otra proyecto de la agencia estatal DARPA es el “Inner Armor”, un intento de crear por fin un soldado total, un supersoldado. El objetivo es dotar al ser humano, que es un animal no especializado en nada salvo en pensar, con las capacidades físicas de otros animales, tales como soportar las condiciones extremas de las grandes alturas o la reducción de las necesidades de oxígeno durante la inmersión en el mar.
Como uno de los directores del proyecto señaló, lo que se busca son soldados inmunes a casi todos los peligros, incluidas enfermedades infecciosas, radiactividad…
Otros experimentos
Experimentos con gas nervioso, como los que tuvieron lugar durante la Guerra Fría, y que fueron destapados en 2002, investigación sobre los efectos de las drogas alucinógenas (el famoso MK-Ultra) o experimentos sobre cómo los soldados podrían sobrevivir a una caída a la velocidad del sonido, son los otros ejemplos de proyectos militares llevados a cabo durante el siglo XX por las fuerzas armadas estadounidenses.
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Cuando los humanos eran cobayas y los médicos asesinos
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2010/09/03/noticias/1283529636.html
La búsqueda de una técnica ‘rápida’ de esterilización fue un eje de los ensayos
- Muchos experimentos se realizaron con fines militares
María Sainz | Javier Beneytez (vídeo) | Madrid
No sólo se les mataba a sangre fría. Durante el Holocausto, los considerados como seres que ‘ensuciaban’ la raza aria (judíos, gitanos, discapacitados…) fueron empleados como conejillos de indias. Se cometieron con ellos auténticas tropelías, siempre bajo una ‘justificación’ supuestamente científica.
“Todo lo que uno pueda imaginarse sucedió”, explica a ELMUNDO.ES Esteban González, profesor de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. Además de la mal llamada ‘eutanasia’ practicada en los ‘no validos’ (discapacitados psíquicos o físicos, tanto niños como adultos, o de razas ‘inferiores’), en la década de los 30 se sucedieron todo tipo de experimentos médicos.
Quizás unos de los más conocidos sean los realizados por Josef Mengele y Otmar von Verschuer con gemelos. Entre otros ensayos, se estudió el componente genético de enfermedades como el cáncer o la tuberculosis. Y, si era necesario, se mataba a uno o a dos hermanos sin contemplaciones. “Se les asesinaba para cotejar datos clínicos y experimentales”, declara un artículo aparecido en 2009 en ‘The Lancet’.
Pero estos ‘trabajos científicos’ no fueron, ni mucho menos, los únicos. La esterilización de “enemigos del estado, como rusos, polacos”, explican Susan Benedict y Jam M. Georges, en ‘Nursing Inquiry’, fue eje de múltiples ensayos. En varios campos de concentración, hombres y mujeres se sometían a radioterapia, cirugía e inyecciones de todo tipo de sustancias corrosivas. En Auschwitz los doctores Carl Clauberg y Horst Schumann fueron especialmente ‘prolíficos’ en estas investigaciones.
“A los que sobrevivían a la radiación se les solía someter a cirugía para evaluar la esterilización. A las mujeres se les extirpaba uno o los dos ovarios, y a los hombres los testículos”, afirman Benedict y Georges.
Con fines militares
Los experimentos con fines militares también cobraron una atrocidad difícil de digerir. “Se estudió la respuesta humana a la altitud y a las temperaturas muy bajas y se les expuso a bombas incendiarias, gas mostaza y otros venenos […] En otros ensayos, los presos fueron infectados a propósito con tifus, malaria o ictericia, con el fin de desarrollar posibles vacunas y tratamientos eficaces”, aseguraba un estudio en la revista ‘Neurology’ en 1994.
Dos años después de la aparición de este artículo, otro publicado en‘Journal of the American Medical Association’ ofrecía más datos: “Se les usó para conocer si el agua del mar podía llegar a ser potable y si sería posible realizar trasplantes de huesos, músculos y articulaciones”.
Por otro lado, también fue habitual que distintas organizaciones con fines científicos pidiesen una ‘remesa’ de presos con los que experimentar. “Los alemanes consideraban que Auschwitz era una especie de santuario de la ciencia y la tecnología”, señalaban los autores de un editorial aparecido en >’The Annals of Internal Medicine’ en 2004.
Algunas universidades también ‘aprovecharon’ el momento e investigaron con los órganos de los asesinados. “Les dije, mirad, si vais a matar a toda esa gente, al menos quitarle los cerebros, para poder emplear el material”, llegó a señalar un neuropatólogo de la época, según recoge ‘The British Medical Journal’.
Todos estos experimentos, tal y como quedó reflejado en el juicio de Nuremberg, donde varios especialistas de la Medicina fueron condenados por sus crímenes, marcaron una época en la que se violó cualquier tipo de código ético imaginable.
Tal y como concluye Alan Jotkowitz, autor de un texto sobre la medicina en el Holocausto, todo lo sucedido “nos debería recordar que los dilemas de este tipo siguen existiendo de forma trágica en el mundo, sobre todo en las regiones en las que reina el mal y la vida humana no tiene valor moral“.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2010/09/03/noticias/1283529636.html
como puedo trabajar como cobaya ?? algun contacto por favor !!
daniel
September 1, 2015 at 14:00
me contactan a daniel.abdel@hotmail.com quiero ser cobaya
daniel
September 1, 2015 at 14:01